martes, 29 de octubre de 2019

Cuestionario del Capítulo IV

CUESTIONARIO CAPÍTULO 4: REGENCIA Y CAÍDA DE ESPARTERO
35. A pesar de que a la princesa Isabel le convenían los baños de Cestona, su madre María Cristina la llevó a Caldas, en Cataluña. ¿Por qué?
36. ¿Cuántos hijos tuvo la “señora de Muñoz”? (Consulta el enlace Fernando Muñoz, en el capítulo 4)
37. ¿Puedes nombrar algunas logias o sociedades secretas de la época?
38. Qué famoso militar que tomó parte en el “Abrazo de Vergara” es promovido a presidente de gobierno por María Cristina? ¿De qué ideología era?
39. ¿Cuál fue el motivo de la renuncia a la Regencia por parte de María Cristina?
40. ¿Quién fue nombrado nuevo regente? ¿Hacia que país se inclinaba políticamente?
41. ¿Cuál fue el motivo de la sublevación de Barcelona?
42. ¿Qué tres militares principales fueron los que se enfrentaron a Espartero?

Capítulo IV: Regencia y caída de Espartero

CAPÍTULO IV: REGENCIA Y CAÍDA DE ESPARTERO
ISABEL II. BIOGRAFÍA DE UNA ESPAÑA EN CRISIS. Jose Mª Moreno Echevarria
La princesita Isabel, que todavía no ha cumplido diez años, sufre una enfermedad herpética en la piel y le ha sido recomendado por los médicos los baños sulfurosos de Cestona, en Guipúzcoa, sin embargo, los planes de su madre, la regente María Cristina, son otros y la lleva a tomar los baños de Caldas, en Cataluña. ¿Por qué?

Se trata simplemente de una cuestión de alcoba. María Cristina casada clandestinamente con Fernando Muñoz, sigue trayendo hijos al mundo, pero siendo oficialmente viuda no podía vivir rodeada de su numerosa prole, de manera que conforme nacían Amparo, Milagros, Agustín y Fernando, los enviaba a Francia. El 18 de abril de 1840, María Cristina había dado a luz nuevamente otra hija, que, naturalmente, tenía que ir a Francia a reunirse con sus hermanos. Ese sería el motivo de que Isabel tuviese que tomar los baños en Cataluña y no en Guipúzcoa.  María Cristina, rebosante de salud y belleza irradiando bienestar y satisfacción no era ya, la regente de España, sino la señora de Muñoz, cuyo secreto matrimonio marchaba viento en popa, bendecido con una numerosa prole, que se criaba en Francia sin estrecheces ni peligro.

Mientras tanto, tras celebrarse unas elecciones en las que salieron triunfantes los liberales moderados el gobierno había sido encomendado a Pérez de Castro, que fue incapaz de resolver la bancarrota en la que se encontraba la hacienda española. Afloraba entonces la labor oculta de sociedades secretas y reuniones clandestinas, manejadas por masones, rosacruces y carbonarios. Las turbas se apoderaron de las calles de Madrid y los dos batallones que se enviaron para sofocarlas, en lugar de reprimirlos, confraternizaron con los insurgentes.

Tras el Abrazo de Vergara y la finalización de la guerra, Espartero, don Baldomero Espartero, conde de Luchana y duque de la Victoria, es el personaje más influyente y más popular; es el amo de España y la regente viendo que ningún gobierno puede sostenerse decide entregarle el poder y encargarle la formación de un nuevo gobierno, de carácter liberal progresista.

El general va a Madrid, toma contacto con la Junta Revolucionaria y marcha a Valencia, donde se encuentra la regente. El 8 de octubre hace una entrada triunfal en la ciudad. Su coche es desenganchado y tirado por los hombres de la Milicia Nacional. No hay que sorprenderse; en España hay voluntarios para todos los fanatismos.

Ante María Cristina juran los cargos los nuevos ministros y se lee el programa de gobierno elaborado de acuerdo con la Junta Revolucionaria de Madrid: se separarían de la reina los altos funcionarios de palacio y, María Cristina declararía traidores a los consejeros que hasta entonces le habían ayudado en las labores de gobierno. En un momento determinado el nuevo ministro don Manuel Cortina, pregunta a la reina:

-Señora, desearía saber si es cierto un hecho al que se ha dado mucha publicidad en la prensa durante las últimas semanas y que si fuera verdad podría acarrear graves consecuencias-
- ¿Qué quieres decir?
- preguntó María Cristina.
- Me refiero al casamiento de Vuestra Majestad

Estas palabras produjeron a la regente el efecto de un mazazo. Su matrimonio con Fernando Muñoz, el hijo de la estanquera se había efectuado solamente tres meses después de la muerte de Fernando VII, y fue absolutamente secreto. De ninguna manera podía hacerse esto público oficialmente.

A las ocho de la noche del 12 de octubre de 1840, María Cristina, adornada con la diadema real leyó su renuncia a la regencia ante el gobierno, cuerpo diplomático y demás autoridades. El 17 marchaba a Francia en el vapor “Mercurio”.

Antes de que desembarcase en Francia, en Madrid se vendía por veinte reales un escrito anónimo en el que se exponían a la pública curiosidad sus relaciones con el hijo de la estanquera. Para mayor bochorno, el “anónimo” autor, antiguo diputado, estaba a sueldo de la infanta Luisa Carlota, hermana de María Cristina.

Espartero para no quedarse atrás en aquel mezquino juego hizo publicar el acta de matrimonio de María Cristina y Muñoz. El vencedor de Luchana, dueño del ejército, jefe del partido liberal progresista en el poder fue elegido por las Cortes para ser el nuevo regente de España durante la minoría de edad de Isabel.

Madrid se desbordó en fiestas, con música, bailes y regocijo general. Delante de la casa de Espartero una rondalla aragonesa cantaba una jota:
Cuando comenzó el diluvio
Todos estaban alegres
Y unos a otros se decían
¡Qué buen año va a ser éste!

El nuevo regente Espartero dio el encargo de formar gobierno a su amigo González Olañeta, masón y hombre de absoluta y reconocida incapacidad. Las logias no estaban dispuestas a permitir que la educación de una reina que acababa de cumplir diez años quedase en manos de personas clericales y reaccionarias, de modo que la primera actuación de Olañeta fue la de cesar a todos los cargos palatinos y sustituirlos por personajes afines la causa: Doña Juana de Vega como aya, la marquesa de Bélgica, conocida como la marquesa republicana, como camarera mayor, don Salustiano de Olózaga, la estrella del liberalismo progresista como ayo o gobernante de la reina y el anciano y honrado don Agustín Argüelles, santón de la masonería española con el cargo de tutor.

Mientras tanto, María Cristina desde París conspiraba todo lo que podía, y costeó con ocho millones de reales, una sublevación militar en la que tomarían parte, generales luego tan importantes en la historia de España como O’Donnell y Narváez. El objetivo era asaltar el palacio real y apoderarse de la reina. Aquella tarde del 7 de octubre de 1841, Isabel u su hermana Luisa Fernanda no salieron a pasear por estar el día desapacible y jugaban mientras esperaban a las siete y media que comenzara su lección de canto. Acababan de comenzar la lección cuando se oyeron gritos y disparos. Era el asalto a palacio llevado a cabo por los también conspirados generales Diego León y Dámaso Fulgencio que llevaba la capa en la que sería envuelta Isabel al ser raptada.

El piquete de alabarderos, guardianes de palacio, barrieron con su fuego a los asaltantes. Los tiros, los gritos y la confusión continuaron hasta las seis y media de la mañana en que se retiraron los asaltantes dando por fracasado el golpe. Espartero se mostró implacable en la represión y salvo O’Donnell y Narváez que consiguieron huir, el resto de los generales fueron fusilados.


Los errores de la regencia en política interior se vieron agravados en la política exterior, cuando Espartero, al no poder contar con el apoyo de Francia, que se inclinaba por María Cristina, se echó en brazos de Inglaterra, que desde entonces ejerció una influencia decisiva en todas las cuestiones políticas y su intromisión en todos los asuntos del gobierno llegó a ser intolerable. Por ejemplo cuando el embajador británico consiguió que se abriese el mercado español a los tejidos ingleses. Como era evidente que esto ocasionaría un evidente perjuicio a la industria textil catalana, el descontento fue en aumento y el 14 de noviembre estalló una sublevación en Barcelona, de matiz obrero y socialista. Se creó una junta revolucionaria que pedía la convocatoria de Cortes Constituyentes, la caída de Espartero, el matrimonio de Isabel con un español y protección para la industria nacional. Espartero se presentó en la ciudad condal el 21 de noviembre y resolvió tomar Barcelona militarmente. El 2 de diciembre la ciudad fue duramente bombardeada desde Montjuich. En trece horas de bombardeo cayeron sobre Barcelona 800 bombas. El 4 fue ocupada la ciudad e inmediatamente comenzaron los consejos de guerra, con ejecuciones casi en masa y Barcelona tuvo que pagar, además, 12 millones de reales como contribución de guerra.

El otrora héroe nacional Espartero, se había convertido en el hombre más odiado en España y eran unánimes los clamores contra él. Puede decirse que toda España anhelaba su caída. Sevilla que quiso seguir el ejemplo de Barcelona fue igualmente bombardeada. Málaga, Granada, Murcia, etc. dan la señal de sublevamiento. Prim, un coronel que empieza a destacar en el ámbito político se subleva en Reus. Solo faltaba quien aglutinase la repulsa general contra la regencia esparterista y este hombre fue el joven general de 33 años Francisco Serrano Domínguez a quien la junta revolucionaria nombró ministro universal del único gobierno que reconocía la junta. Al 28 de junio publicó Serrano un manifiesto exponiendo las razones del alzamiento y un decreto “destituyendo de la regencia a Espartero”.

Varios generales huidos a Francia durante la represión anterior, regresaron para ponerse al mando de las tropas. La junta de Valencia dio el mando militar a Narváez, que era quien en realidad dirigía el movimiento contra Espartero.


Narváez se dirigió a Madrid y con 3.000 hombres se enfrentó a los 12.000 de las fuerzas de Seoane y Zurbano. El combate, si así puede llamarse, apenas duró veinte minutos y el triunfo de Narváez fue completo. Se habló de connivencias, de compra de voluntades y de sumas de dinero, pero lo cierto es que las tropas del gobierno estaba completamente desmoralizadas por haberse corrido la voz de que Espartero había sido derrotado en Albacete. Esto hizo que a los primeros disparos, las fuerzas de Seoane se unieran a las de Narváez. El 22 de julio entró Narváez en Madrid en medio del mayor entusiasmo, que se desbordó cuando al día siguiente hicieron su entrada Serrano y Prim.

El 30 de julio, Espartero embarcó en Cádiz en el “Betis”, de donde pasó al buque de guerra inglés “Malabar” que lo condujo a Lisboa y desde allí embarcó para el exilio en Londres.

sábado, 19 de octubre de 2019

Cuestionario III

CUESTIONARIO. CAPÍTULO III: LA EXPEDICIÓN REAL Y EL FIN DE LA GUERRA.
24. ¿A quién llamaban el Tigre del Maestrazgo? ¿Por qué?
25. ¿Qué fue la Rebelión de la Granja?
26. ¿Qué general liberal consiguió levantar el sitio de Bilbao? ¿Con qué victoria?
27. ¿Qué curioso personaje tuvo gran influencia en la corte de Isabel?
28. Explica qué fue y por qué se produjo la llamada Expedición Real.
29. ¿Quiénes tomaron Irún el 17 de mayo de 1837?
30. ¿A quién llamaban "El Pastor"? ¿Qué tropas mandaba? ¿Fue carlista o liberal?
31. ¿Con qué hecho famoso se dio fin a la 1ª Guerra Carlista?
32. ¿Qué compromisos se pactaron en el Convenio?
33. ¿En qué fecha concreta terminó definitivamente la 1ª Guerra Carlista?
34. ¿Salió alguien vencedor? ¿Se trató de una guerra civil o de una guerra de conquista? Justifica tu opinión (Si escuchas la canción Oriamendi original en euskara, tendrás una pista)

Capítulo III: Expedición Real y fin de la Primera Guerra Carlista

CAPÍTULO III: LA EXPEDICIÓN REAL Y EL FIN DE LA GUERRA.
ISABEL II. BIOGRAFÍA DE UNA ESPAÑA EN CRISIS. Jose Mª Moreno Echevarria

A la muerte de Zumalacárregui los ejércitos carlistas alternaron victorias como la de Maroto sobre Espartero en Arrigorriaga, con derrotas como la de González Moreno ante Córdova en Mendigorría.

El movimiento carlista sin embargo había obtenido un notable empuje en Cataluña destacando tanto por el número de efectivos en las partidas: más de 20.000 hombres, como por su desorganización: cada partida tenía su jefe y no aceptaba ninguna otra autoridad que la suya.

En el Maestrazgo, en cambio, comenzaba a brillar la figura de Ramón María de Cabrera quien con fuerzas inferiores pero mejor mandadas y organizadas iba obteniendo mayores éxitos que las numerosas partidas carlistas catalanas. A Cabrera lo llamaban el Tigre del Maestrazgo por su crueldad y porque fusilaba a los prisioneros sin piedad. Pero podía alegar motivos personales, pues el general liberal Nogueras, previa autorización de su jefe Espoz y Mina, capitán general de Cataluña, había mandado fusilar a la madre de Cabrera. Y este crimen lo vengó Cabrera con mares de sangre.

Se vivía entonces en el terrible círculo vicioso de las guerras civiles: tanto los de un bando como los del otro fusilaban a cuantos caían en sus manos. Inglaterra intervino forzando el acuerdo entre el general Valdés en representación de las fuerzas del gobierno y Zumalacárregui de las carlistas, para respetar las vidas y el canje de prisioneros. Desgraciadamente estos acuerdos sólo alcanzaban a las tropas que luchaban en el sector Norte.

Mientras tanto, en Madrid, don Javier de Istúriz reemplazó a Mendizábal en la jefatura del gobierno el 15 de marzo de 1836. Pocos meses después, el 12 de agosto, mientras María Cristina y Muñoz veraneaban en La Granja los sargentos del 2º Regimiento de la Guardia se sublevaron. Se dirigieron a palacio, penetraron hasta el salón en que se encontraba la Regente y exigieron a María Cristina que firmase un decreto reponiendo la Constitución de 1812:
-“Firme Vuestra Majestad, si no quiere que las cosas pasen más adelante”- le amenazó el sargento Higinio García.

A las cuatro de la madrugada don José María Calatrava, destacado masón, y amigo de Mendizábal se hacía cargo del gobierno y María Cristina regresaba a Madrid. La ciudad se había sublevado. El capitán general Quesada salió a luchar contra las turbas que se habían adueñado de las calles, pero derribado del caballo quedó preso en una casa del barrio de Hortaleza y custodiado por los carabineros, hasta que la chusma asaltó la casa y le dio muerte, cortándole los dedos de las manos, que metidos en un pañuelo iban siendo mostrados por unos soldados por los cafés de Madrid.

El ambiente revolucionario en que vivía España, restaba al gobierno la fuerza necesaria para acabar con la guerra civil. En las tropas liberales, el general Córdova, a consecuencia de los sucesos de La Granja, había presentado la dimisión y a finales de septiembre de 1836 fue nombrado Espartero para sustituirle.

Baldomero Espartero, uno de los generales más laureados de la época, quiso inaugurar su mando en jefe con un hecho resonante: obligar a los carlistas a levantar el sitio de Bilbao. Preparó el ataque y ayudado por buques ingleses, franceses y españoles pudo transportar parte de sus tropas al otro lado de la ría. El combate tuvo lugar la Nochebuena de 1836 y Espartero derrotó completamente a los carlistas en Luchana.

Calatrava que presidía el gobierno llamó a Mendizábal para que se hiciese cargo de la cartera de Hacienda: la maniobra de La Granja había dado resultado. Pero si las logias masónicas sabían trabajar activamente, no les iban a la zaga los elementos reaccionarios; el reinado de Isabel II es una maraña de intrigas y conspiraciones. Y el instrumento que iba a utilizar el elemento clerical era una monja con fama de milagrera y de santa: sor Patrocinio, la monja de las llagas.

María Josefa Quiroga, en el claustro sor María Rafaela de los Dolores y Patrocinio había nacido en 1811. Un día el demonio la sacó del convento y la transportó a la sierra, donde le hizo ver que María Cristina era una mala mujer y que su hija no era ni podía ser reina de España, y eso le había producido cinco llagas en manos, pies y costado izquierdo. Los doctores que la examinaron constataron la veracidad de las llagas pero advirtieron que éstas sanaban como cualquier otra herida al cabo de mes y medio. Se descubrió que un capuchino, fray Fermín de Alcaraz, le proporcionaba a la monja una reliquia que causaba una herida en la parte del cuerpo donde se aplicaba. Convicta de impostura, sor Patrocinio fue desterrada de Madrid, pero ni aún así disminuyó en nada la fama de santidad de la monja de las llagas; principalmente porque a esta fama acompañaban relevantes cualidades tanto físicas como intelectuales. A sus atractivos físicos unía una conversación cautivadora y un envidiable don de gentes. Su influencia en la Corte, adonde regresó en 1844 fue siempre incontrastable y, por desgracia, sumamente perniciosa para España y para el reinado de Isabel II.

La victoria de Espartero en Luchana con el levantamiento del sitio de Bilbao animó a los liberales a una ambiciosa operación: Espartero atacaría partiendo de Vizcaya, La Legión Inglesa con los 8.000 ingleses de Lacy Evans, saldría de San Sebastián y Sarsfield completaría el cerco saliendo de Pamplona. La batalla final tendría lugar el 15 de marzo de 1837 en el monte Oriamendi. (Para oir la canción original clica aquí) Aunque la situación era francamente desfavorable al pretendiente, los carlistas lucharon con heroísmo: Villarreal antes de lanzar a sus voluntarios alaveses contra los ingleses lanzó una tremenda arenga de cuatro palabras: “Arriba; a morir vamos”. Sus tropas lucharon sin descanso; los ingleses fueron barridos y retrocedieron a buscar salvación en San Sebastián, Espartero que ya se había apoderado de Durango, tuvo que replegarse.

Después de tres años y medio de cruenta guerra civil, nadie podía vislumbrar el final de la misma. María Cristina, desalentada por la duración de aquella guerra, entró secretamente, y a espaldas de su gobierno, en negociaciones con don Carlos, utilizando como intermediario a su hermano Fernando II rey de Nápoles. Dos eran las condiciones que ponía la regente para reconocer a don Carlos como rey:
- El matrimonio del primogénito de don Carlos con su hija Isabel (que eran primos carnales)
- Amnistía para todas las personas que figurasen en una lista que entregaría María Cristina.

Ambas condiciones fueron aceptadas y el 2 de febrero de 1837, el Consejo del pretendiente decidió que se realizase un expedición a Madrid; la llamada Expedición Real…, que el mismo don Carlos y su Consejo se encargaron de hacer fracasar. Salieron de Estella, con 17 batallones, 1000 caballos y 300 artilleros sin piezas “para no hacer la marcha más embarazosa”. Llevaban solamente 500 pesetas en caja, insuficiente para pagar a los voluntarios. Sin municiones y sin dinero, iba en cambio sobrecargada de parásitos: frailes, canónigos confesores, servicio palatino (sumiller, chambelán, gentileshombres, pajes, músicos, etc.), aristócratas prusianos, austriacos y polacos, aventureros y hasta aventureras. Luego iba el Consejo Real con toda su burocracia. Y como punto final toda la servidumbre de esta corte trashumante. Todos poco preocupados pues sabían que iban a cosa hecha, gracias al acuerdo concertado con la regente.

La expedición cruzó el Ebro, con intención de unirse a Cabrera y dirigirse a Madrid. Mas ignorándose por qué causa, la Expedición se dirigió primero a Cataluña, luego, asediada por las tropas de Espartero, de Oraá y de Buerens, la Expedición se dedicó a vagabundear por Valencia en una marcha lenta y fatigosa como una procesión.

Al fin enderezó su marcha y se dirigió hacia Madrid. Cabrera se adelantó y tomó Vallecas. Sus hombres llegaron a 1 km de la Puerta de Alcalá. Nadie, podía impedir a don Carlos entrar en Madrid; sólo se esperaba su orden para hacerlo, pero esta orden no llegaba. Cabrera parecía un león enjaulado. Por fin llegó la orden del pretendiente… de que las tropas se retirasen a Arganda!

-“Anem –les dijo Cabrera a los suyos- que mentre auquest pobre abat ens mani, no farem cosa bona” (Vámonos, que mientras nos mande este pobre abad, no haremos nada bueno)

Cabrera, asqueado, abandonó la expedición y se volvió al Maestrazgo. La desmoralización de las tropas carlistas, que se retiraban sin haber sido derrotadas, era enorme.

El historiador Pierre de Luz explica el fracaso de la Expedición Real diciendo que la regente había cambiado de opinión y había comunicado al pretendiente que Madrid no se iba a entregar sin luchar. Don Carlos habría quedado aterrado y se sentía engañado: el no había ido a luchar, sino con la seguridad de que se le abrirían las puertas de Madrid, y que efectuaría una entrada poco menos que triunfal.

A esta argumentación de Pierre de Luz le falta solidez. Con el general carlista Zaratiegui en Las Rozas, don Carlos en Arganda y Cabrera en Vallecas, aunque María Cristina se negara a cumplir lo acordado, lo único que tenía que hacer el pretendiente era dar la orden, no ya de retirada, sino de asaltar la capital. No hay un razonamiento frío y objetivo que pueda explicar la retirada carlista. Pero gracias a esto se salvó el trono de Isabel II

Mientras tanto, aprovechando la salida del grueso del ejército carlista en la Expedición Real las tropas de la guarnición liberal de San Sebastián dirigidas por Lacy Evans, comandante de la Legión Auxiliar Británica, iniciaron un ataque con el fin de conquistar el corredor que unía la ciudad de Irún con la frontera francesa en mayo de 1837 . Irún sería tomada por las fuerzas liberales el 17 de mayo de 1837 y Hondarribia el día siguiente.

La situación en el campo liberal no estaba sin embargo carente de problemas: la anarquía reinaba incluso en el ejército y la brigada del general Van Halen se sublevó en Aravaca pidiendo la dimisión del gobierno de Calatrava, cosa que ocurrió el 17 de agosto. Le sustituyó en la presidencia de gobierno don Eusebio Bardají. A éste, en diciembre le sustituyó el conde de Ofelia, que duró hasta septiembre de 1838 en que le relevó el duque de Frías. Este cedió el puesto a don Evaristo Pérez de Castro, que duró nada menos que veinte meses!.

Todos estos cambios pueden sucederse porque, en realidad, desde la fracasada Expedición Real la guerra, aunque aún costaría mucha sangre, estaba en proceso de finalización, dada la disolución que se vislumbraba en el ejército carlista: los generales Zaratiegui y Elio son detenidos y procesados; Villarreal es confinado en Eugui y Simón de la Torre en Villaro. Se confía el mando en jefe al general Maroto, compañero de armas de Espartero en las guerras de América y probablemente masón. Maroto, durante su mando, no dio una sola batalla, aunque la coyuntura, dada la debilidad de los gobiernos liberales, no podía ser más favorable.
La inacción de Maroto empezó a causar vivo malestar en varios jefes carlistas: los generales Sanz, Guergué, Gracía Y Carmona, que debido a sus protestas fueron detenidos y fusilados sin formación de causa en Estella:. El 21 de febrero de 1839 don Carlos destituyó a Maroto, declarándole traidor, pero ante su amenazadora marcha de Estella a Tolosa, donde se encontraba el pretendiente con su corte, éste, temeroso, se desdijo, devolviéndole el mando el día 24.

Mas la disolución en el campo carlista era ya total y los generales Urbiztondo, Simón de la Torre e Iturbe al mando de los batallones castellanos, vizcaínos y guipuzcoanos respectivamente, empujaron a Maroto a firmar un acuerdo con Espartero. Este convenio fue firmado en Vergara el 31 de agosto de 1839, rubricándose con el ya famoso "Abrazo de Vergara" entre Maroto y Espartero ante los dos ejércitos formados.

En el Convenio de Vergara se reconocían los grados de generales, jefes y oficiales del ejército carlista y se prometía recomendar a las Cortes que se respetasen los fueros de las Vascongadas y Navarra.


Los batallones alaveses y la mayor parte de los navarros no quisieron adherirse al convenio y se retiraron en desorden a Francia, en número de unos 8.000 hombres. El 14 de septiembre pasó don Carlos la frontera por Dancharinea y aunque todavía Cabrera continuó la guerra hasta el 5 de julio de 1840 día en que derrotado por Espartero se refugió junto con 10.000 hombres en Francia; la primera guerra carlista había finalizado. (Para ver un video resumen de un par de minutos sobre esta guerra clica aquí)

El balance de aquellos siete terribles años de guerra fraticida era espantoso. Solamente a los vencedores, los liberales, les había costado cuarenta mil hombres y cinco mil doscientos cincuenta millones de pesetas.

lunes, 7 de octubre de 2019

Cuestionario II.


CUESTIONARIO. CAPÍTULO II: COMIENZA LA PRIMERA GUERRA CARLISTA

14. ¿En qué territorios tuvo más fuerza el carlismo?
15. ¿Quiénes eran en este primer momento los jefes militares principales de ambos bandos?
16. ¿En qué zona se hizo fuerte Zumalacárregui?¿Dónde está ese lugar?
17. En el país vasconavarro, ¿Qué zonas domina cada uno de los bandos?
18. ¿Cómo murió Zumalacárregui? ¿Cómo repercutiría su muerte en el bando carlista?
19. ¿Por qué insistió don Carlos en tomar Bilbao en lugar de dirigirse a Madrid?
20. ¿Cuáles eran los tres principales problemas del gobierno liberal?
21. ¿Cual fue la primera fábrica textil española que usaba telares modernos movidos por vapor?
22. ¿Qué fue la desamortización de Mendizábal? ¿Cuál su motivo? ¿Cuantos millones de reales se consiguieron?
23 ¿Qué países europeos apoyaron con hombres y armas al gobierno liberal?

AVISO: Si CLIKEAS sobre las palabras resaltadas del capítulo II, (Zumalacárregui, Espoz y Mina, Bilbao, Juan Álvarez Méndez, Desamortización, etc) podrás acceder a enlaces o a vídeos  sobre el tema)

Capítulo II: Comienza la Primera Guerra Carlista

CAPÍTULO II: COMIENZA LA PRIMERA GUERRA CARLISTA.
ISABEL II. BIOGRAFÍA DE UNA ESPAÑA EN CRISIS. José Mª Moreno Echevarria

Las piezas están sobre el tablero y la partida la van a disputar liberales y absolutistas, es decir, los partidarios de Isabel y los partidarios de don Carlos. Se trata de la Primera Guerra Carlista

Los carlistas sólo tienen autoridad efectiva en el País vasconavarro. En Cataluña, la desorganización será ejemplar, y en el Maestrazgo transcurrirá algún tiempo hasta que se imponga la personalidad de Cabrera.

Aparentemente había más unidad en el bando liberal, pero solo en apariencia. Cuando a Martínez de la Rosa, satisfecho del éxito de su obra teatral, le dijeron que don Carlos había entrado en España para ponerse al frente del movimiento carlista, se limitó don desdeñosa indiferencia a contestar:
-“¡Bah!, un faccioso más…”-

Ante un gobierno débil, como este, solo bastaba un pretexto para que aquellos que estaban en contra del Estatuto Real se lanzaran a la calle. Y el pretexto se lo proporcionó la aparición del cólera en Madrid, en el verano de 1834. La gente se moría a centenares y se hizo correr la voz de que los frailes envenenaban las aguas. A los gritos de “¡Mueran los frailes!el populacho asalta los conventos a pleno día. Madrid estuvo a merced de las turbas durante dos días, en los que fueron asesinados ochenta religiosos.


Mientras tanto el levantamiento carlista en el País vasconavarro va adquiriendo caracteres de auténtica gravedad pues los generales liberales Quesada y Rodil son vencidos por el general carlista Zumalacárregui.

El gobierno liberal nombra jefe del ejército del Norte a Espoz y Mina, el gran guerrillero, antiguo vencedor de los franceses, pero aparte eso, el gobierno poco más puede hacer ante la soberana bancarrota en la que se encuentra la economía española, que obliga a Martínez de la Rosa a pedir un empréstito de 15 millones a la banca Rotschild.


El nombramiento de Espoz y Mina no hizo variar la marcha de las operaciones. Los voluntarios de Zumalacárregui debían tener buenas piernas, pues a su general le gustaba emprender largas marchas y caer donde menos se lo esperaba el enemigo. Saliendo de Navarra, penetró en Álava y con 3.000 soldados derrotó en Alegría a los 3.500 del general O’Doyle, de los que apenas se salvaron 500; O’Doyle, hecho prisionero, fue fusilado. Al día siguiente Zumalacárregui derrotó al general Osma causándole 600 muertos.

Las victorias de Zumalacárregui continuaron: en Arquijas salió airoso ante los generales Córdova y Oraá; en Guipúzcoa derrotó a cuatro columnas isabelinas, a Lorenzo nuevamente en Arquijas e incluso a Mina en Larrainzar. Estos constantes fracasos militares inquietan ya seriamente al gobierno, que decide mandar 34 batallones a las Amézcoas, donde se refugia Zumalacárregui y aniquilarle allí mismo. Sin embargo las victorias carlistas se suceden y Zumalacárregui se desembaraza de Oraá, y hasta el general Espartero sufre una derrota en el puerto de Descarga, perdiendo 2.000 hombres. La consecuencia de esta victoria es que todas las Vascongadas y Navarra excepto las capitales, caen en poder de los carlistas. Don Carlos para premiar sus victorias le ofrece un título nobiliario, pero Zumalacárregui con rara modestia y profundo sentido de la responsabilidad le contesta:

-“Cuando entremos victoriosos en Cádiz, lo pensaremos. De momento no estamos seguros ni aún en los Pirineos y un título ahora sería ridículo”-


El verano de 1835, la corona de Isabel II, reina niña que aún no ha cumplido cinco años, se halla amenazada. Zumalacárregui cuenta con batallones bien entrenados y con unos soldados dispuestos a seguir al Tío Tomás hasta la muerte. Ha llegado el momento de ocupar Vitoria, pasar el Ebro y dirigirse a Madrid. ¿Quién le va a detener?

Sin embargo, la cortedad de miras del pretendiente don Carlos y su Consejo, se encargan de desvanecer esta amenaza. Ante la negativa de los banqueros extranjeros de concederle ningún crédito si no se hace dueño de una capital importante, don Carlos y su Consejo deciden que Zumalacárregui, en vez de dirigirse a Madrid, se apodere de Bilbao, contra la opinión del general que trata en vano de convencer a su soberano.

-¿Puede usted tomar Bilbao?- le pregunta don Carlos secamente.
Zumalacárregui picado en su amor propio, le contesta:
-Puedo hacerlo, pero costará muchos hombres y, sobre todo, un tiempo que ahora es precioso.-


Zumalacárregui, que no gozaba de simpatías entre la camarilla de don Carlos, tuvo que desistir de sus planes y el 10 de junio de 1835 se presentó en Bilbao con 14 batallones, pero sólo 8 piezas de artillería, para sitiar una ciudad en la que los defensores disponían de 40 cañones, 30 de ellos de gran calibre.

El día 15 de junio, mientras observaba los trabajos del sitio desde un balcón, Z
umalacárregui fue herido en una pierna. La herida no era grave pero incomprensiblemente se decidió trasladarle en parihuelas a Cegama, con el consiguiente empeoramiento de la herida que amenazaba gangrenarse. El día 25, tres horas después de haberle sido extraída la bala, moría en circunstancias que algunos consideran muy sospechosas pues en realidad la herida carecía de importancia. El general que había levantado y organizado un ejército y había dispuesto de todos los recursos del País vasconavarro, dejaba por toda herencia a su mujer y a sus tres hijas, 16 onzas de oro. Sus campañas sirvieron de tema de estudio a los tácticos alemanes…, pero don Carlos, parece que no llegó a darse cuenta de la irreparable pérdida que había sufrido.


Mientras, entre los liberales, con el desgobierno de Martínez de la Rosa la anarquía comenzó a extenderse por todas partes: en Murcia hubo una revuelta contra el obispo, en Málaga y en Zaragoza hubo asaltos a los conventos, saqueos, incendios y degollina de frailes; lo mismo en Reus, y en Barcelona donde se incendiaron los conventos de los agustinos, franciscanos, carmelitas, etc, siendo asesinados 32 frailes y encerrados en Montjuich alrededor de 700 para expulsarlos del país...; se aprovechó el desorden para prender fuego a la fábrica textil de Bonaplata y Vilaregut, que era la primera fábrica de vapor que, en 1827, se había establecido en Cataluña.


La situación de aquel gobierno era insostenible y en junio de 1835 Martínez de la Rosa fue sustituido por el conde de Toreno, que se vio enfrentado a tres arduos problemas: la guerra carlista, la anarquía existente y la pavorosa situación de la Hacienda.

Con todos estos excesos, lo único que conseguían los revolucionarios era perjudicar la causa de Isabel II y favorecer la de don Carlos, empujando al campo absolutista a las personas amantes del orden y, principalmente, a las de arraigados sentimientos religiosos. Favorecidos por tanto desorden, los partidarios del pretendiente eran cada vez más temibles en el País vasconavarro, en Cataluña, en el Maestrazgo, e incluso surgieron partidas carlistas en Galicia, Castilla, La Mancha y Extremadura.


El conde de Toreno, desbordado por los acontecimientos tuvo que ceder el gobierno a Mendizábal. Don Juan Álvarez Méndez, era un judío de Cádiz, destacado masón y que en Londres había amasado una fortuna. Había cambiado su segundo apellido Méndez por Mendizábal, con el cual se le conoce y formó gobierno el 15 de septiembre de 1835.

Mendizábal, en primer lugar, para cumplir sus planes de ganar la guerra y terminar con la anarquía, necesitaba dinero. Y creyó que podría solucionar el problema económico apoderándose de los bienes eclesiásticos. El 15 de octubre de 1835 se decretó por real orden la supresión de las órdenes religiosas con la subsiguiente desamortización de sus bienes, exceptuándose las de los hospitales, enseñanza y misiones.

Había que tener en cuenta que existían entonces en España más de 3.000 conventos de frailes y unos 900 de monjas y que las propiedades eclesiásticas representaban aproximadamente la cuarta parte de las propiedades rústicas y urbanas de la nación. Y en su mayor parte eran propiedades muertas.

Se pensaba que la venta de los bienes eclesiásticos pasando a manos particulares y puestas en explotación aumentarían su valor y por consiguiente la riqueza nacional. Aunque podía haber supuesto un positivo saneamiento de la Hacienda, en realidad sólo sirvió para que se crearan muchas fortunas particulares, merced a las facilidades de venta que daba el gobierno. Aunque repercutió favorablemente en la economía española no sirvió para sanear la Hacienda

En el aspecto militar, Mendizábal decretó, sin la intervención de las Cortes, una quinta de 100.000 hombres. De ellos unos 20.000 hombres se redimieron en metálico. Como se calcula que desertaron unos 20.000, la movilización supuso una incorporación de 60.000 hombres al ejército liberal. También comenzaron a llegar refuerzos extranjeros para los liberales. Inglaterra envió la llamada Legión británica de unos 10.000 hombres al mando del Lacy Evans; La legión extranjera de Argel o Columna Francesa de Bernelle con unos 7.000 hombres y los 5.000 portugueses del barón D’Antas.